¡Oye, que te voy a contar algo que te va a flipar! Palencia no es solo un puntito en el mapa de España, es una joyita que está esperando a que la descubras. Y para eso, nada mejor que esta guía que te va a llevar de la mano por los rincones más chulos de la «Bella Desconocida».
Imagínate paseando por la Tierra de Campos, con el río Carrión haciendo de las suyas y dándole vida a todo. Y es que Palencia, aunque no se lleve los focos como otras ciudades, tiene un rollo especial que te atrapa. Desde sus obras arquitectónicas de infarto en el centro histórico, como la pedazo de Catedral que tienen, hasta un montón de iglesias que son una pasada.
Pero espera, que hay más. Si eres de los que te mola el rollo verde, aquí tienes zonas que son un gustazo para echar la tarde. Y cuando cae el sol, la movida nocturna te espera para que le des caña al cuerpo. Y, claro, no te puedes ir sin probar el lechazo churro (que está de muerte), la menestra palentina, las lentejas pardinas o las patatas a la importancia. Vamos, que te vas a poner las botas.
A ver, que sí, que si te das prisa puedes verlo todo en un día, pero ¿para qué correr? Mejor te quedas una noche, vives la ciudad a tope y, si te animas, te pegas una escapadita a pueblos que son una monada, como Ampudia y Carrión de los Condes.
Después de pegarnos una vuelta que ni te imaginas, hemos sacado una lista de los 10 lugares top que tienes que ver en Palencia. Y esto no es hablar por hablar, que nosotros venimos de hacer una de las mejores excursiones desde Madrid. Así que, ¿empezamos este tour palentino? ¡Venga, que esto va a ser épico!
¿Nunca has probado un Escape Room? Es tu momento…
Cristo del Otero
¡Prepárate para flipar en colores! Antes de que te metas de lleno en el laberinto de calles del centro histórico de Palencia, tienes que hacer una parada obligatoria: el Cristo del Otero. Y es que, colega, este no es un Cristo cualquiera, es una figura que te va a dejar con la boca abierta.
Coge el coche y sube hasta este pedazo de estatua que se planta ahí, en lo alto, con sus 20 metros de altura. Sí, has leído bien, ¡20 metros! Que estamos hablando de uno de los Cristos más altos del mundo, que se ve desde casi cualquier punto de la ciudad. Y no es para menos, porque fue obra del artista de la tierra, Victorio Macho, allá por 1930, y el tío se marcó un diseño en estilo art déco que quita el hipo.
Pero espera, que lo mejor no es solo la estatua, que ya es decir, sino las vistas de infarto que tienes desde ahí arriba. Te vas a llevar una panorámica de Palencia que te va a dejar con ganas de más. Y si eres de los que les mola un buen paseo, puedes irte a pata desde el centro, que son unos 45 minutitos de nada, o si no, pillas el bus municipal y te plantas ahí como un rey o reina.
Además, de camino puedes aprovechar para jugar nuestro escape room «La venganza del ermitaño» basado en un suceso histórico que aconteció en la ermita del Cristo.
Así que ya sabes, si quieres empezar tu aventura palentina con un subidón de adrenalina, el Cristo del Otero es tu sitio. ¡Y no olvides la cámara, porque las fotos van a ser de postal!
Catedral de San Antolín (La bella desconocida)
Después de darte ese gustazo de vistas en el Cristo del Otero, es hora de bajar al meollo del asunto y sumergirte en el corazón del casco antiguo. Aquí te espera la Catedral de San Antolín, que no es moco de pavo, es una de las joyas más espectaculares que ver en Palencia.
Esta catedral no es cualquier cosa, es dedicada a San Antolín mártir, el santo patrón de la ciudad, y dentro guarda unas reliquias que son la caña. Pero es que además, ¡es la tercera catedral más grande de España! Empezaron a construirla en el siglo XIV y, a día de hoy, sigue dejando a todo el mundo con la boca abierta.
Cuando entres, vas a flipar con la mezcla de estilos. Es como un cóctel de arte que te lleva de la mano desde el renacimiento hasta el gótico más chulo. Y no te pierdas las joyitas que tiene dentro: la Cripta de San Antolín del siglo XII es de esas cosas que no se ven todos los días, la capilla del Sagrario, el retablo mayor renacentista que es una pasada, el trascoro tardogótico que te va a dejar pillado, el claustro que es un respiro para el alma, la capilla de los Reyes que parece sacada de un cuento y, para rematar, la pintura de «El Martirio de San Sebastián» de El Greco, que es para quedarse un buen rato embobado mirándola.
Y oye, que si no quieres perderte ni un detalle y además quieres que te cuenten todas esas anécdotas y secretos que tiene este lugar, lo mejor es que te apuntes a una visita guiada. Así te empapas bien de la historia y sales de allí siendo casi un experto.
Para que no te comas el coco buscando, los horarios de visita y todo el rollo ese, échale un ojo a la página web de la catedral. Ahí lo tienes todo mascadito para planificar tu visita. ¡Y no te olvides de la cámara, que esto es de esos sitios que uno no se puede perder!
La Calle Mayor
¡Venga, que seguimos con el tour palentino! Después de empaparte de arte e historia en la Catedral de San Antolín, toca darle al paseo por la Calle Mayor, que es mucho más que un simple camino de tiendas. Son 900 metros de pura vida, que te llevan desde la Plaza de León hasta el Parque de Isabel II, y créeme, es un paseo que mola un montón.
La Calle Mayor es el corazón latiente de Palencia, donde la vida comercial bulle sin parar. Y es que aquí, bajo esos soportales que te dan un respiro cuando el sol aprieta, vas a encontrar de todo. Pero no solo es un paraíso para los que les gusta darle a la tarjeta, que también, es un pedacito de historia al aire libre. Los edificios son un reflejo de la burguesía palentina de los siglos XIX y XX, y cada fachada tiene su aquel.
Mientras te das el garbeo, te vas a topar con edificios que tienen más historias que un libro de aventuras. El Casino, por ejemplo, no es solo un edificio bonito, es un lugar que ha visto pasar a las Cortes de Castilla. La Iglesia de las Canónigas, esa también tiene lo suyo, es de esas que te hacen parar y mirar. Y no te puedes ir sin echarle un ojo a la escultura de «La Gorda», que se ha convertido en todo un símbolo de la ciudad.
Así que ya sabes, ponte calzado cómodo y lánzate a la Calle Mayor, que es de esas experiencias que te hacen decir: «¡Esto sí que es Palencia y lo demás son tonterías!»
Plaza Mayor de Palencia
¡Ah, la Plaza Mayor! Esa es la joya de la corona en tu ruta por Palencia. Deja que te cuente, porque este sitio no es cualquier plaza donde simplemente cruzas de un lado a otro. No, no, esta plaza es historia pura, es vida, es el lugar donde Palencia se pone sus mejores galas y sale a lucirse.
Creada en el siglo XVII, la Plaza Mayor es como el salón de casa, pero al aire libre y con mucha más marcha. Rodeada de soportales en tres de sus lados, es el sitio perfecto para sentir el pulso de la ciudad. Y ojo al dato, porque aquí se planta la Casa Consistorial, que no es un edificio cualquiera, es uno de esos neoclásicos que te hacen sacar el móvil y echar fotos como si no hubiera un mañana.
Y en el centro, como quien no quiere la cosa, te encuentras con el Monumento a Alonso Berruguete, que se eleva 4 metros sobre el suelo y te recuerda que estás en un sitio con mucha miga.
Pero espera, que la Plaza Mayor no es solo para pasar y mirar. Aquí lo que mola es sentarte en una de sus terrazas, pedir algo fresquito y ver la vida pasar. Y si te ruge el estómago, nada mejor que una tabla de embutidos ibéricos en Don Jamón. Vamos, que te vas a chupar los dedos.
Y si lo tuyo es el tapeo, que sepas que estás en el sitio ideal. Acércate a La Mejillonera y atrévete con unas patatas bravas que son de otro planeta, o si te apetece algo más de aquí, el Ajo de Sopas es nuestro sitio top para comer en Palencia. Aquí, cada bocado es un homenaje al paladar.
Así que ya sabes, la Plaza Mayor no es un lugar más, es el sitio donde tienes que dejarte caer, disfrutar y, por qué no, ¡darle al palique con los locales!
Plaza de San Francisco
Justo al dar la vuelta al Ayuntamiento, te toparás con algo que es puro Palencia: la escultura de la Aguadora Palentina, que parece que te invita a seguir descubriendo la ciudad. Y siguiendo esa invitación, te vas a encontrar con la Plaza de San Francisco, un rincón que es un auténtico regalo para la vista y para el alma.
La plaza es de esas que te hacen sentir que has viajado en el tiempo, con la Iglesia de San Francisco plantada ahí como si fuera la guardiana de la historia. Construida en el siglo XIII, este pedazo de edificio gótico ha ido poniéndose guapo con el tiempo, añadiendo toques renacentistas y barrocos que hacen que te quedes mirándola con la boca abierta.
Pero es que la iglesia no es solo una cara bonita, que también, es un lugar cargado de historias. Fue un convento franciscano, las Cortes de Castilla la eligieron como su casa por un tiempo, y hasta los reyes dijeron «aquí nos quedamos» en el siglo XIV. Y luego, en 1878, llegaron los Jesuitas y se pusieron manos a la obra para cuidarla.
Cuando entres, prepárate para que el retablo barroco dorado te deje sin palabras. Es churrigueresco y es de esos que no sabes si sacar una foto o quedarte un rato largo admirándolo. Y no te pierdas la Capilla de la familia Sarmiento, que es donde descansa el infante Tello Alfonso de Castilla, y eso, amigo, es historia en piedra.
Así que ya sabes, la Plaza de San Francisco no es solo un punto más en el mapa, es un trozo de la historia de Palencia que está esperando a que vengas y le eches un ojo. ¡Y no te olvides de disfrutar del camino, que cada paso por Palencia es un descubrimiento!
Iglesia de San Lázaro
¡Deja el coche y prepárate para sumergirte en la historia viva de Palencia! Una vez que hayas aparcado en algún rincón cómodo como el de la «Estación Pequeña», es hora de que tus pies te lleven al primer hito de tu aventura: la Iglesia de San Lázaro. Este sitio no es solo un edificio más, es un pedazo de la leyenda palentina.
Imagínate, según los rumores que han ido pasando de boca en boca desde tiempos inmemoriales, fue el mismísimo Cid Campeador quien, allá por 1076, decidió que este lugar tenía que ser algo más que un trozo de tierra y levantó lo que sería un hospital para peregrinos y leprosos. Aunque claro, lo que ves ahora no es lo que él vio; eso se lo debemos a don Sancho de Castilla, que le dio un lavado de cara que ni te imaginas.
Al entrar, te vas a encontrar con que el retablo mayor plateresco del siglo XVI, esa maravilla formada por 8 tablas pintadas por Juan de Flandes, ya no está. Pero no te pongas triste, porque las puedes admirar en el Museo del Prado y en la National Gallery de Washington. Y ojo, que el retablo renacentista que lo reemplaza tampoco tiene desperdicio, y los retablos dorados barrocos son para quedarse un buen rato con la boca abierta.
Después de empaparte de arte y leyenda, al salir, te recibe la escultura de San Lázaro, como dándote la bienvenida a más maravillas. Y ya que estás por la Calle Burgos, ¿por qué no seguir el rollo gótico y acercarte al Monasterio de Santa Clara? Allí te espera el Santísimo Cristo de las Claras, una figura yacente que es famosa en toda la ciudad y que seguro te deja alguna que otra reflexión para el camino de vuelta.
Así que ya sabes, en Palencia cada paso es un trozo de historia, y la Iglesia de San Lázaro es solo el comienzo. ¡A disfrutar se ha dicho!
Iglesia de San Miguel
¡Ah, la Iglesia de San Miguel! Esa es una parada que no puedes saltarte en tu ruta palentina. Este templo es un libro abierto de historia y leyenda, y es que se dice, se comenta, se rumorea que fue aquí donde el Cid Campeador, ese héroe de gesta, le dio el «sí, quiero» a su amada doña Jimena. Nada más y nada menos que entre los siglos XI y XIII se levantó este pedazo de historia, y aún hoy sigue en pie, desafiando el tiempo y contando historias.
La torre cuadrada de la iglesia es lo primero que te va a llamar la atención, con sus arcos ojivales que parecen sacados de una peli de caballeros y princesas, y esas almenas que le dan un aire de castillo que mola un montón. Pero es que además, San Miguel es un masterclass de arquitectura, porque aquí ves cómo el románico y el gótico se dan la mano y bailan en perfecta armonía.
Y cuando entres, prepárate para que los retablos renacentistas y barrocos te dejen con la boca abierta. Es de esos interiores que te hacen caminar despacito, mirando para todos lados y pensando «esto no me lo puedo perder».
Pero espera, que la cosa no acaba aquí. A un tiro de piedra de San Miguel, te encuentras con la Iglesia de Nuestra Señora de la Calle, otra joyita de la ciudad. Esta, más modernilla, que data de 1584 y viene con estilo herreriano, es obra de los jesuitas. Y aquí dentro, te espera la imagen de la Virgen de La Calle, que no es una virgen cualquiera, es la patrona de Palencia, y eso se nota en el cariño que le tienen los palentinos.
Así que ya sabes, entre San Miguel y Nuestra Señora de la Calle, tienes un combo de arte, historia y devoción que es de lo más top de Palencia. ¡No te lo puedes perder!
Paseo por la orilla del Carrión
¡Vamos a darle un respiro a las piedras antiguas y a cambiar las bóvedas por el cielo abierto! Después de un tour de arquitectura sacra que ni en los mejores documentales, te mereces un descanso con un paseíto por la orilla del Carrión, que es un chute de naturaleza y frescura en pleno Palencia.
El río Carrión no es solo un curso de agua que pasa por la ciudad, es el alma verde de Palencia, y su orilla es el sitio perfecto para desconectar. Imagínate caminando por las Huertas del Obispo, donde el bullicio de la ciudad se convierte en un susurro y los árboles te cuentan historias al oído. O qué me dices de perderte en el Parque del Sotillo de los Canónigos, donde cada banco parece invitarte a sentarte y cada sendero es una aventura pequeñita.
Y no te olvides del Parque de la isla Dos Aguas, que es como un oasis en medio de la ciudad, un lugar donde puedes olvidarte de todo mientras los patos hacen de las suyas en el agua.
Cruza el Puente Mayor, ese viejo que ha visto pasar más historias de las que podríamos contar, y si te pica la curiosidad, el Museo del Agua está ahí para contarte todo lo que quieras saber sobre el líquido elemento.
Pero espera, que hay más. La dársena que daba acceso al Canal de Castilla es una de esas obras de ingeniería que te hacen pensar en lo listos que eran ya en aquellos tiempos. Es historia pura, esfuerzo convertido en piedra y agua, y es un sitio que tienes que ver sí o sí.
Así que ya sabes, después de tanta iglesia majestuosa, date el gustazo de pasear por la orilla del Carrión. Es de esas cosas sencillas pero imprescindibles que hacer en Palencia, que te recargan las pilas y te hacen sonreír sin darte cuenta. ¡A disfrutar del paseo!
Plaza de San Pablo
Si ya te has empapado de la historia que rezuman las piedras de Palencia y te has dado un respiro con el paseo por el Carrión, es hora de que te lances a descubrir el Convento de San Pablo, el broche de oro a nuestra ruta de templos religiosos en la ciudad.
Ubicado en una plaza que comparte su nombre, el Convento de San Pablo es un compendio de siglos de historia, que se fue escribiendo entre los siglos XIV y XVI. Este lugar es un trozo de cielo gótico tardío en la tierra, y aunque por fuera te pueda parecer un poco serio con su fachada austera, por dentro es otra historia. Prepárate para que te deje con la boca abierta su interior, donde cada rincón está decorado con un mimo que roza lo divino.
El retablo es una obra de arte que te va a tener un buen rato mirando cada detalle. La Capilla de la Piedad y los Sepulcros de los marqueses de Poza son de esas joyas que hacen que una visita se convierta en una experiencia. Y es que aquí, los Dominicos sabían bien cómo dejar huella.
Cuando salgas de la iglesia, no te despistes, porque te espera una escultura que es puro sentimiento palentino. Dos cofrades capturados en bronce, perpetuando las tradiciones de la Semana Santa de Palencia, te recordarán que esta ciudad vive sus tradiciones con pasión y arte. Y es que estas figuras son parte de la colección de estatuas urbanas que son como las pinceladas que decoran la ciudad.
Así que ya lo sabes, el Convento de San Pablo no es solo una parada más en tu camino, es un lugar donde el arte, la historia y la devoción se dan la mano para dejarte un recuerdo imborrable de lo que significa Palencia. ¡No te lo pierdas!
Parque Huerta de Guadián
Después de un recorrido lleno de historia y arte por Palencia, ¿qué te parece si te tomas un respiro en un oasis de tranquilidad? Cruzando el Paseo del Salón de Isabel II, como quien no quiere la cosa, te vas a encontrar con la Huerta de Guadián, un parque que es un auténtico pulmón verde en la ciudad y que, sin duda, es uno de los rincones más chulos para visitar.
Este parque es un pedacito de estilo romántico en medio de la urbe, perfecto para desconectar y dejar que el tiempo se deslice tan suave como la brisa entre las hojas. Aquí, puedes darte un garbeo entre castaños de indias que parecen sacados de un cuento de hadas, y cada rincón te invita a parar, respirar hondo y simplemente disfrutar del momento.
Pero la Huerta de Guardián no es solo un lugar para pasear y relajarte, también está lleno de pequeñas sorpresas que te van a encantar. Por ejemplo, el Reloj de Sol que parece recordarnos que el tiempo aquí va a otro ritmo, más pausado y más natural. Las esculturas de Teo Calvo, que son como guiños artísticos escondidos entre el verdor, te van a sacar seguro una sonrisa.
Y cómo no hablar de la Ermita de San Juan Bautista, esa joyita del románico que tiene una historia de película, trasladada piedra por piedra desde Villanueva del Río, que quedó sumergido bajo las aguas del Pantano de Aguilar. Es una de esas historias que te hacen apreciar cada detalle, cada talla en la piedra, sabiendo que han sido rescatadas y traídas con mimo para que todos podamos disfrutarlas.
Así que ya sabes, la Huerta de Guardián no es solo un parque más, es un trozo de historia, es arte al aire libre y es un remanso de paz que está esperando a que vengas y le dediques el tiempo que se merece. ¡Palencia sigue sorprendiendo!